ANALFABETISMO MUSICAL:
¿causa de una
crisis cultural?
“Por alguna razón, la palabra alfabetización no se aplica
en la música y se usa exclusivamente para el lenguaje. Algunos siglos atrás,
las personas se dedicaron a la alfabetización del lenguaje y han dejado a un
lado la alfabetización musical como innecesaria. En realidad, esta es la
injusticia más grande para el lenguaje musical que deja un hoyo en la cultura.
Eliminando la alfabetización musical, se decapita la educación universal de la
humanidad.”
Creemos importante resaltar la filosofía que impulsó
a esta investigadora a crear y proponer su método como una solución efectiva
contra el analfabetismo musical.
Recomendamos su lectura.
La
historia de la escritura actual de la música se remonta a la Edad Media y es un
proceso dificultoso, guiado por conceptos teológicos según la visión que la
Iglesia tenía acerca de la combinación de sonidos “naturales” (en el sentido de
que son de “la Naturaleza”) y, por consiguiente, eran obra de Dios creador y nunca se les debería alterar. En aquel entorno nacieron las siete notas y así quedaron
fijas hasta hoy, sin previsión alguna de lo que vendría, es decir, el uso común
de las “alteraciones” inadmisibles para el músico medieval. La consecuencia de
todo el proceso que duró más de mil años se cristalizó en un sistema de
escritura de gran complejidad que suele ser el mayor de todos los escollos para
quienes comienzan a estudiar música – especialmente los niños. Si todavía le
añadimos la teoría propiamente dicha de la música – que contiene innumerables
elementos derivados del propio sistema de escritura – la complejidad puede
atemorizar a cualquiera.
Esta es una de las razones de tanto
analfabetismo musical. Pero hay otras. La más importante quizá sea la
reticencia de la mayoría de los profesores de música a revisar sus propios
sistemas pedagógicos que no han variado significativamente en los últimos
trescientos años. Como bien lo hace ver la autora, hay bastante desconocimiento
acerca de cómo funciona el cerebro en el acto de aprender y esta falta de
conocimiento ha llevado no pocas veces a serios errores pedagógicos, incluso cuando
se hacen nuevas propuestas para la iniciación musical a partir de la infancia.
Por ejemplo, batir palmas rítmicamente, golpear
un tambor o caminar al paso de diferentes ritmos no ayudaría para desarrollar
el sentido del ritmo en los niños preparándoles para estudiar un instrumento en
el futuro. ¿Por qué? Porque el cerebro aprende a coordinar movimientos
corporales sin relación alguna con los movimientos que más tarde harán falta para
tocar un instrumento. También hay propuestas que sugieren que el mejor método
de iniciación musical es comenzar por la improvisación – casi siempre usando
algunos instrumentos de percusión formando así pequeñas orquestas (ruidosas,
por cierto) – con la esperanza de que esto
sea el punto de partida para enseñar después a leer y escribir música. Pero los
hechos señalan que se fracasa a largo
plazo en la gran mayoría de los casos, porque se aprende algo que en este caso
es mucho más sutil, es decir, se aprende que al fin de cuentas se puede hacer
música a gusto sin necesidad de saberla leer ni escribir. No nos lamentemos,
entonces, si después vemos supuestos “genios” adultos que sin saber leer una
sola nota enfervorizan a un público ignorante que también es musicalmente
iletrado.
Para que nada de esto sea mal
entendido, pongamos algo importante en el lugar que corresponde. No estamos
hablando de grandes talentos innatos, sino de la posibilidad de que la gente
común pueda entender la música a través de la escritura y comunicarse a través
de ella, en forma similar a como se hace con el lenguaje hablado. Suponer que
esto carece de importancia, porque se trata de un arte y “el arte es el arte y
exige talento”, y otras frases hechas
por el estilo, equivale a suponer – y predicar – que tampoco serviría para nada
alfabetizar a los niños para el lenguaje hablado, porque no todos pueden llegar
a ser poetas o novelistas geniales.
El choque que se produce al plantear un concepto
avanzado de la pedagogía que apunte hacia una alfabetización musical en masa,
en forma igual a la alfabetización del lenguaje hablado, es un choque que viene
no tan sólo de las dificultades de aprender a leer en el pentagrama, sino
también del uso persistente de métodos de enseñanza en donde falta profundizar
mucho en los mecanismos psicológicos del aprendizaje, en las funciones
neuronales y en cómo se desenvuelven las habilidades motrices y auditivas relacionadas
con la música. Sin embargo, pensemos un momento en las dificultades
gramaticales y ortográficas de cualquier idioma; éstas pueden ser todavía peores,
pero ¿no es cierto que a nadie se le ocurriría decir que por eso no vale la
pena aprender a leer y escribir las palabras?
En retroceso
Por más objeciones que se le puedan hacer a la escritura en el
pentagrama, fue un salto cualitativo para la cultura. No tan sólo para la
cultura musical en sí, sino también para la cultura general de la humanidad. Sin
notación musical, la inspiración de Mozart o de Beethoven o Bach no se habría
podido desarrollar en plenitud y, mucho menos, ser transmitida a otras
generaciones de músicos y de oyentes hasta el día de hoy. Fácilmente se
entiende la importancia que tuvo la invención de la escritura musical.
Y bien, hoy cualquier
persona alfabetizada puede leer a Cervantes o a Shakespeare, pero muy pocos
pueden leer una Sonata de Chopin o un Preludio de Bach. ¿Para qué querrían
hacer eso? – preguntarían muchos. Es ahí, justamente ahí, en donde comienza el
choque entre los educadores. Y también entre los educadores y los gestores
culturales, lo que es más importante todavía, porque afecta las políticas
educativas incluso de los Gobiernos.
La autora del libro
hace notar algo muy interesante a este respecto. Una persona analfabeta no sólo
no tiene casi oportunidades de acceder a la cultura, sino que – además – se
suele expresar hablando con un vocabulario sumamente reducido y una sintaxis
muy elemental. De manera semejante, una persona musicalmente iletrada es incapaz
de entender, y menos aún de componer música, excepto que ésta sea muy elemental
con melodías repetitivas de pocas notas, sin ritmos diferenciados y con
ausencia de puntuación (pausas, silencios, etc.). La autora hace notar que estas
características son asimilables, por igual, a las músicas de los pueblos
primitivos y de mucha de la música pop actual. Y esto sería un síntoma grave de
retroceso hacia las etapas previas a la
invención de la escritura musical.
“Después de la Segunda Guerra Mundial, la
popularidad de los géneros musicales serios fue descendiendo. La música clásica
rápidamente fue sustituida por operetas, comedias musicales y música de baile.
En la actualidad, ha perdido su popularidad original. (…) En nuestros días, la
música pop y el rock están en la mente de la mayoría. La música sinfónica al
igual que la Ópera es para una reducida élite, cuyos círculos continúan reduciéndose.
La música de las masas nos ha devuelto otra vez a la era pre-alfabetizada. La
mayoría iletrada musicalmente solamente puede escuchar primitivas melodías,
canciones simples y obsesivamente repetitivas” – dice Hellene Hiner. Y añade todavía que: “El pensamiento musical avanzado no tiene nada
que ver con las simples y repetitivas melodías y es extraordinariamente
dinámico en su propio desarrollo e imaginación. Trabajar con un lenguaje
musical avanzado demanda un alto grado de intelecto. Uno necesita desarrollar
memoria, mente creativa, concentración, habilidad de concentración en la propia
atención, un equilibrio de las percepciones emocionales y abstractas, lógica
desarrollada y un sentido de equilibrio entre los hemisferios cerebrales
derecho e izquierdo”
.
En otras palabras, cuando aún no se sabía
escribir ni leer música, ésta debía ser necesariamente simple y rudimentaria
para que, de oído, otras personas pudiesen aprenderla. Según parece, la música
estaría retrocediendo hoy hacia aquellos estadios primitivos y, en realidad,
cualquiera de nosotros podemos comprobarlo en el día a día con sólo sintonizar
al azar una emisora de radio o ver los “top ranking” más populares.
A estas reflexiones
podríamos agregar todavía algo más, y muy ilustrativo, que se puede observar en las personas
iletradas. Si se les habla usando un vocabulario rico y con una sintaxis de
cierta complejidad, no entienden qué es lo que se les está diciendo. Es posible
que con mucho esfuerzo, y paciencia, se consiga enriquecerles la comprensión,
eso es cierto, y hasta se puede conseguir que disfruten de una obra de arte
literario si la leemos de un libro en voz alta para que nos escuchen. De manera
prácticamente igual, la mayoría de las personas musicalmente iletradas no
entienden la música compleja. Tienen gran dificultad en comprender la música
que tenga riqueza melódica, armónica y rítmica, aunque sea cierto que con mucho
esfuerzo, y paciencia, se consiga que alcancen a disfrutar obras maestras que
quienes saben leer partituras pueden hacerles escuchar.
Las comparaciones
siempre son odiosas, pero la distancia entre un funk o un rap y una Sonata para
piano de Beethoven es abismal. Y, una vez más, para poner cada cosa en su lugar,
dejemos ya de decir que solamente se trata de expresiones artísticas
“diferentes” (ni mejores ni peores) y veamos que la “diferencia” es nada más y
nada menos que una cuestión de riqueza o pobreza del lenguaje musical,
comparativamente. Y ésta es justamente la cuestión que se debe atender. Quienes
están incapacitados para leer música, jamás podrán acceder a una partitura de
música clásica y otra de rap, por ejemplo (si es que esta última existe), y
comparar. Esto no sucede con la literatura del lenguaje hablado. Por lo tanto, se
trata de diferencias en la cultura y las formas de expresión escrita del
espíritu humano.
¿Dónde está la élite?
Se ha puesto de moda
clasificar al público. En la clasificación, a quienes les gusta la música
clásica – los que aprenden a leerla y tocan un instrumento, además de asistir a
conciertos – pertenecen a una “élite”. Casi se diría que es gente vanidosa y
pedante. Reaccionarios que se niegan a entender que los tiempos cambian y la
música también. Pensemos un momento. La musicología demuestra que la raíz de la
música clásica siempre fue un desarrollo inspirado en la música popular.
Incluso en músicas populares muy antiguas. En este sentido, tanto los maestros como
los críticos tienen la palabra. La tienen, porque ninguna manifestación de la
cultura puede desarrollarse a partir de la ignorancia y el analfabetismo. Si en
este contexto alguien quiere clasificar una élite, pues que lo haga, pero al
menos a sabiendas de qué es lo que se está clasificando.
El aspecto tecnológico involucrado.
La era tecnológica
pone a disposición de los educadores una riqueza de herramientas que hasta no
hace más de veinte años eran inimaginables. Para tener una idea de cómo esto
puede influir en la enseñanza de la música, hoy se puede disponer hasta de
orquestas sinfónicas virtuales con una calidad de sonido que supera
definitivamente la de los antiguos MIDI ya bastante en desuso. La moderna
tecnología equivale, nada menos, a tener una orquesta disponible para el
compositor en cualquier momento que la necesite, teniendo solamente una
computadora. Esto es la Producción de Música Digital, que usa sonidos
originados en instrumentos acústicos reales.
Pero, aunque el
software le da al compositor posibilidades casi interminables, sea que quiera
componer para orquestas sinfónicas o de cámara o para un solista, la
herramienta se aplica muy poco en la composición de música clásica. La mayoría
de los profesores prefieren seguir con los sistemas tradicionales. Se ha dicho,
sin embargo – y creemos que no falta razón –, que jamás sabremos cuántos
talentos, o quizá genios en potencia, se van quedando por el camino desanimados
por las dificultades de aprender música por los métodos tradicionales. Entonces,
como el software también permite experimentar de oído, se opta en mayoría por hacer
música pop desperdiciando todo el
poder enorme de la herramienta para componer en el género clásico. El mercado
manda, según se dice, y se elige lo más fácil.
Y caemos de cabeza
otra vez en el problema de la alfabetización musical y sus repercusiones en la
cultura. Hellene Hiner también ha creado
a su vez un software (Music Vision International, MVI) para aplicar su propio método y dice que “La
computadora es capaz de hacer algo que el profesor no puede: sin cansarse y de
forma inmediata y eficaz, reacciona a las actividades del alumno. A este
respecto la computadora es un medio de educación ideal. Un buen programa ‘excava’
profundamente en el proceso de entrenamiento porque es capaz de llevar
inmediatamente las cuentas de las acciones y proporcionar retroalimentación y
puede hacer esto superando al mejor instructor”
Mediante una estrategia basada en las cualidades de la
percepción visual la autora consigue, primero, la alfabetización musical
elemental. El software trabaja de manera interactiva corrigiendo errores del
momento como si el maestro estuviera presente durante todas las horas de
prácticas en casa. No sustituye al maestro, pues éste reserva el tiempo de
clase para enseñar los elementos fundamentales de la técnica, cuando hacen
falta, y a avanzar en la comprensión de la música. El resultado es que tanto niños como adultos
alcanzan finalmente un grado de habilidad avanzada en un tiempo que no se
podría conseguir de cualquier otra manera.
No obstante, el
obstáculo sigue siendo – como ella misma lo dice –: “La convicción de que la música es sólo para
los talentosos y que únicamente con los elegidos se puede trabajar se ha
convertido en la segunda naturaleza para los educadores musicales. Para ellos,
la idea de la alfabetización musical universal no es más que un bello sueño”.
¿Lo será? Alumnos de muy corta edad consiguen
tocar piezas musicales de cierto grado de dificultad leyendo partituras y
tocando con ambas manos. Sin embargo, la autora dice haber recibido duras
críticas de sus colegas, a saber: los niños no colocan correctamente las manos,
tienen inconsistencias de ritmo y tiempo, no articulan el fraseo artísticamente
y no siguen la dinámica. ¿Son relevantes estas consideraciones para niños tan
pequeños que todavía no saben ni hablar con claridad, pero pueden leer una
partitura y tocarla al piano usando los diez dedos? La respuesta que ella da a
esta clase de objeciones es muy contundente: “Para aprender a caminar y a correr, primero el niño gatea, luego
intenta pararse y cae y a nadie se le ocurre criticarlo por esto. ¿De dónde
sacan los maestros la idea de que en los primeros pasos, el alumno debe moverse
con la gracia de una bailarina de ballet? ¿De dónde viene esa noción
completamente antinatural acerca del desarrollo de habilidades? En su opinión,
los niños no tienen el derecho de desarrollar una habilidad gradualmente, y
debieron nacer con un entendimiento completo de la partitura y la posición
cóncava de las manos. Y si el niño de tres años no puede llevar el ritmo y el
fraseo, piensan que se le está enseñando incorrectamente”.
Es que el problema
alrededor de una discusión tan violenta está en el desconocimiento de factores
científicos referidos al cerebro y el desarrollo de habilidades. Y hay que
reconocer que la gran mayoría de los profesores de música están muy poco
interesados en la ciencia. Quizá, por eso mismo, tampoco creen relevante ni
posible plantearse como objetivo una alfabetización musical a nivel de masas.
¿Qué nos dice la
ciencia al respecto?
En una publicación aparecida el 23 de abril de 1998 en
el Journal Nature se habla acerca de investigadores en la Universidad de
Münster, en Alemania, que descubrieron que el cerebro se agranda si en la niñez
se reciben lecciones de música. Según los investigadores se halló que hay áreas
del cerebro que responden al análisis de las notas musicales y que son hasta un
25% mayores en los músicos en comparación con quienes no lo son. Los músicos,
de acuerdo a estos hallazgos, crean conexiones neuronales mediante el
entrenamiento para procesar sonidos, pues es necesario sincronizarlos para
poder tocar un instrumento, y ello hace que la práctica y la experiencia
también estén ligadas al desarrollo de las áreas motoras, además de la auditiva
y las zonas donde se procesan informaciones de alto contenido emocional e
intelectual, incluyendo la memoria. O sea, prácticamente todo el cerebro
trabaja.
Siendo así, y desde hace años se sabe, es realmente
sorprendente que todavía se discuta si es o no importante difundir la
alfabetización musical a lo largo y ancho del mundo. El contacto activo con la
música desarrolla el cerebro. Incluso el de los niños, por supuesto.
Ahí es donde deja de interesar ser tan cuidadosos con
las posiciones de las manos o la articulación artística del fraseo tratándose
de niños pequeños, porque lo importante es que mediante la música es como sus
cerebros se desarrollan más, también se desarrollan sus habilidades motrices,
sus capacidades auditivas y de atención y, poco a poco, también el sentido
artístico. Y muy posiblemente aumentará la
inteligencia con un cerebro mejor desarrollado. La alfabetización musical va
entonces mucho más lejos de lo que comúnmente se cree.
En esta época
de descubrimientos científicos avanzados y herramientas tecnológicas, si
creemos que alcanzaremos la tan invocada meta de crear nuevos públicos para la
música clásica en tanto seguimos creyendo, todavía, que con métodos que año a
año ahuyentan a las personas cuando tratan
de estudiar música, ahí sí nos habremos quedado en el tiempo. Y cuando
veamos las noticias que nos informan de cómo los políticos recortan los
recursos financieros para la educación musical, porque la creen innecesaria,
recordemos que ellos también son analfabetos musicales.
Si la música ha sido algo tan inseparable de la
cultura desde las épocas más antiguas, por algo es. Si hoy decimos que la
cultura está en crisis, puede ser porque un hilo más que importante de la expresión
humana se está debilitando.
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El resumen del fundamento inicial en la percepción
audiovisual se puede consular en español aquí: